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Se trata de un complejo arqueológico con una vida que se desarrollaría entre los siglos I y VI d.C. El enclave giraría en torno a una villa de cuya zona residencial únicamente conocemos, hasta el momento, unas termas.
A dicha edificación se accedía mediante una escalinata monumental que aún hoy en día preserva restos de pinturas parietales, y que confluía en un patio distribuidor, porticado, del que se conservan las bases de sus doce columnas, y pavimentado con un mosaico polícromo con motivos geométricos.
Respecto a la parte industrial del enclave cabe reseñar la presencia de un alfar compuesto de cinco hornos cerámicos, cuatro de los cuales, justamente los de mayores dimensiones, contaban con una cámara que mostraba un pilar central. Próximas a estos hornos se localizaban dos áreas de vertederos y una factoría de salazones compuesta de ocho piletas y dos habitaciones anexas.